I.E.S. "RÍA DEL CARMEN" GRUPO DE MTB

 Sábado 10 Marzo 2001 VII Curso 2ª Salida

Los Alrededores de Ruente.
RUENTE — MONTE AA — RUENTE
Perfil Aproximado
ITINERARIO:

Recorrido en bicicleta: Muriedas (Ayuntamiento, 9:00), Igollo, Bezana (5.5 km.).

Recorrido en tren (F.E.V.E.): Bezana, Torrelavega, Cabezón de la Sal.

Recorrido en bicicleta: Cabezón de la Sal, Carrejo, Ruente, Puente de Saja, Casa de Toro Roza, El Cubilón, Collado de Montea, Canal de la Conchosa, Alto de Sopeña, Ruente, Cabezón de la Sal.

Regreso en tren (F.E.V.E.): Cabezón de la Sal, Torrelavega, Bezana.

Recorrido en bicicleta: Bezana , Igollo, Muriedas.

FICHA TÉCNICA:

Km. totales: 31.

Desnivel recorrido: 440 m de subida, 440 m de bajada.

Ciclabilidad: 97%

Dificultad física y técnica: No hay zonas de dificultad técnica reseñable, y como dificultad física hay que tener en cuenta que hay bastante subida, aunque muy tendida.

RECORDAD: el grupo ya tiene su página web, la dirección es http://www.matesco.unican.es/~ordend/Grupo_BTT

COMENTARIO DE LA RUTA:

En esta ocasión salimos de Cabezón de la Sal, una de las zonas a las que con mayor frecuencia acudimos, debido a su fácil acceso en tren. Desde allí llegaremos a Ruente, uno de los pueblos más conocidos de nuestra geografía, además de por el cocido montañés, por su conocida "Fuentona" , surgencia kárstica que podremos admirar antes de comenzar la ruta propiamente dicha.

Ésta comienza en un puente sobre el río Saja, a 400 metros de Ruente, donde tomaremos un camino asfaltado que lleva a un centro ecuestre instalado en la falda de la Sierra del Escudo. En este punto comienza una pista en muy buen estado (tanto que si no estuviera restringido el acceso, se podría subir casi hasta el Collado de Montea en coche), por la que haremos todo el ascenso.

La subida habrá que tomársela con calma, pues si bien no es excesivamente dura, sí resulta larga, así que tendremos que aprender a regular nuestras fuerzas. También ayudarán las paradas que hagamos para retomar energía (conviene llevar algún alimento de rápido aporte energético, como frutos secos o chocolate, pero no son muy aconsejables las golosinas o los refrescos con burbujas cuando se hace un esfuerzo físico.

Y sin duda otra motivación importante será el espléndido paisaje, digno de foto de calendario, con numerosas caídas de agua y rincones umbríos y musgosos entre hayas y robles. De tener algo de cierta la rica mitología de nuestra Cantabria, éste debería ser un paraje en el que habitarán Trentis, Musgosos, Enanucos del Bígaro y, por qué no, Ojáncanos y Anjanas.

Pero si hay un personaje mitológico cuya presencia podremos casi sentir, es el Roblón [1], no en vano podremos visitar los restos de "El Cubilón", el que por mucho tiempo fuera el roble más grande de nuestros montes, tristemente destruido hace unos años por un inoportuno rayo.

Una vez alcanzado el Collado de Montea, donde probablemente comeremos, iniciaremos el descenso de vuelta a Ruente, pasando por el Canal de la Conchosa y el Collado de Sopeña, para salir al mismo camino asfaltado en el que iniciamos nuestra ascensión y por él llegar a Ruente.

El tramo final hasta Cabezón de la Sal pondrá prácticamente el punto final a esta segunda excursión del curso, a falta de tomar el tren de vuelta a Bezana y finalizar con el trayecto desde allí al ayuntamiento de Muriedas, punto de salida y llegada.

[1] El Roblón:

"Cantabria es tierra de montañas, muchas de ellas cubiertas de bosques. El bosque es como una casa enorme, variopinta, en la que conviven miles de seres, no sólo hayas y robles, helechos, espinos y florecillas, sino también animales (…). Viven además muchos de los seres maravillosos que se asoman a las páginas de este libro. Pero hay uno que, aunque quisiera, no podría asomarse por una de estas páginas.

Es un gigantón más grande incluso que el Ojáncano. Los que lo conocen lo llaman Roblón, porque es más fuerte y alto que el roble más grande que jamás se viera en los montes de Cantabria.

Según cuentan algunos ancianos que lo vieron, el Roblón era un roble normal y corriente, aunque viejo, que tenía un hueco enorme en el tronco. A veces se refugiaba en él algún conejo o alguna zorra y esto parecía traerle sin cuidado. Pero una tarde de tormenta se cobijó en aquel hueco una muchachita que se había extraviado y que era hermosísima. Empapada y temblorosa, se apretó contra las paredes del tronco como buscando calor, y el árbol, ante la proximidad de la tibieza de aquel cuerpo y el aliento de aquella sonrosada boca, sintió como que la savia le corría más deprisa por el tronco, que sus viejas carnes, por así decirlo, cobraban vigor, y que empezaba a expandirse, a cerrarse, hasta que acabó estrechando a la mocita en un abrazo mortal.

La joven se debatió aterrorizada ante tan insospechado apretón y murió aplastada entre aquellas duras paredes que, sin embargo, parecían vibrar de vida e incluso acariciarla. Luego, poco a poco, el árbol fue absorbiendo la sustancia y humores de aquel hermoso cuerpo y transformándolos en savia que se repartió por todas las ramas y hojas. Esta fuerza, tan distinta del aliento vegetal, hizo crecer desmesuradamente al roble, cuyas raíces se extendieron por los alrededores robando a los demás árboles y arbustos no sólo el agua y alimento de que suelen nutrirse, sino su misma savia y sustancia, hasta que morían huecos y resecos.

De esta manera, y gracias a esta mezcla de sangre y savias diferentes, al cabo de muchos años el roble acabó adquiriendo un aspecto antropomórfico con elementos de las distintas plantas que había parasitado. Su larga cabellera era de hierba casi seca, que caía en grandísimos mechones de sus ramas más altas. La frente, ancha y rugosa, era de haya. La nariz era toda ella una enorme rama de encina. Y las barbas eran un verdadero bosque de matas de brezo. Debajo de la cabeza le salían dos enormes troncos de abedul que eran los brazos, con multitud de ramas como dedos. Y las piernas, robustas y nervudas, eran una apretada acumulación de fresnos de todos los tamaños. De puro roble sólo le quedaban las mandíbulas, duras y poderosas, y el corazón.

En cuanto a los ojos, eran los de la muchachita que, abrasados de dolor, aparecían envueltos por una mata de espino que llenaba totalmente las cuencas y ardía sin consumirse, de modo que por la noche parecían dos lunas.

Cuando el Roblón llegó al límite de su crecimiento, sintió necesidad de moverse y, tirando fuerte de las raíces de un lado, como quien trata de salir de un lodazal, arrancó del suelo la mitad de lo que tenía bajo tierra. Luego, apoyándose en ello como si fuera un pie, tiró de la otra mitad y se vio libre de la cadena que le había atado al suelo desde que nació. Podía andar.

A partir de entonces, el Roblón se convirtió en azote de la montaña. Sus pisadas hacían temblar los montes, su respiración agitaba las ramas de los árboles y barría las piedrecitas del suelo, y su sombra parecía la de una nube. Ante su descomunal corpulencia no había ser que intentara hacerle frente. Destrozaba todo lo que encontraba a su paso, fueran cabañas, setos, paredes y, sobre todo, fuentes, a las que acudía de vez en cuando a meter algunas raíces para absorber por los pies toda el agua que podía.

Hay gente que dice que ha muerto; que unos leñadores consiguieron apagarle los ojos desviando un torrente hacia el lugar en el que se hallaba tumbado un día; que poco después le prendieron fuego a la cabellera y corrió por montes y valles como una antorcha colosal; que las llamas le devoraron la cabeza, los brazos y el corazón, y que el resto del cuerpo lo hicieron leña, que calentaba como ninguna de árbol conocido.

Pero otros aseguran que todavía, de vez en cuando, se le ve por algún valle sembrando el terror".

"Monstruos, duendes y seres fantásticos de la mitología cántabra".
Textos de Pollux Hernúñez, Ilustraciones de José Ramón Sánchez.
Editorial ANAYA.
OBSERVACIONES DE FUNCIONAMIENTO:

* Un año más, continuando con las directrices del grupo, lo primero es la seguridad, y por ello —y no nos cansamos de repetirlo- es obligatorio el uso de CASCO.

* En esta ocasión nos desplazaremos en tren, en el que nos colocaremos en la parte trasera cruzando las bicis, con la mayor rapidez posible.

* Procuraremos marchar en grupo, llevando un ritmo tranquilo y atendiendo a las instrucciones de los responsables, especialmente en los cruces y desviaciones.

* La tierra también es una fuente de riqueza, así que no se pueden pisar los prados, ni las tierras cultivadas o sembradas. Si fuera estrictamente necesario, procuraremos caminar en fila de a uno, pues los dueños tienen derecho a que respetemos sus propiedades.

* En el monte, es importante tener controlado al ganado. Por ello, franquearemos los cierres y alambradas que nos encontremos tratando de dejarlos en las mismas condiciones en que los encontramos.

CONSEJOS DE EQUIPAMIENTO:

Recordaremos de nuevo la utilidad de un culotte y unos guantes que permitan estar cómodos sobre nuestra bici y transmitir el esfuerzo a la misma por el manillar sin que se resientan las manos.

Recordar que llevaremos la comida y también llevaremos agua, aunque hay fuentes por el camino.

En cuanto a la vestimenta, es recomendable ropa cómoda, que transpire bien, y una vez más, dado nuestro clima, el chubasquero se hará recomendable para protegernos en lo posible de la lluvia si apareciera.